En Caná de Galilea Jesús realizó el primero de sus milagros. A petición de María, su madre, convirtió el agua en vino. Así manifestó su gloria divina y suscitó la fe de sus discípulos. En Caná se recuerda también la vocación del apóstol Bartolomé (Natanael), del que dijo Jesús: “Ahí tenéis a un israelita de verdad, en quien no hay engaño”.
"Todos sirven primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el inferior. Pero tú has guardado el vino bueno hasta ahora." Juan 2,1-11.
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